La vida es un camino que nos obliga a andar y andar, en el recorrido nos regala campos floridos aunque también cuestas empinadas o bajadas peligrosas pero pase lo que pase hay que seguir andando aunque a veces nos quedemos solos a oscuras sin saber a dónde vamos o lo que es peor sin saber quiénes somos y que queremos. Por el solo hecho de estar vivos no podemos detenernos, no importa cómo ni por donde pero hay que seguir. No está mal dudar o cambiar el trayecto, no está malo no saber o equivocarse, lo malo es detenerse porque en cualquier momento, a la vuelta de la esquina sorpresivamente aparecerá algo o alguien que nos prendera hogueras en los ojos, que encenderá estrellas en el cielo y que nos llenara en corazón de sueños y entonces ahí si veremos que claro está todo, haremos la nuestra porque por fin sabremos que queremos.
Los grandes momentos de la vida están llenos de preguntas. Los grandes encuentros de la vida están llenos de interrogantes. Cuando llega el gran momento, uno cree haber contestado todas las preguntas; cree estar listo. Ya en ese momento, uno cree tener las respuestas y reacciona. Pero siempre surgen nuevos interrogantes. Qué, cómo, cuándo, dónde y por qué. Eso es lo que siempre nos preguntaremos. ¿Importa dónde estamos? ¿Hay que tener una razón para hacer todo lo que hacemos? Vivimos deteniéndonos con preguntas. ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el camino? ¿Qué sentido tiene todo? Nos llenamos de preguntas. ¿Y si no llego? ¿Y si no te encuentro? ¿Y si te pierdo? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? Todas las preguntas tienen la misma respuesta. ¿Qué es esto? Un viaje. ¿Cómo llegué acá? Viajando. ¿Cuándo? Durante el viaje. ¿Dónde estoy? En el viaje. ¿Por qué? Por el viaje. De regreso a casa, a la luna, al centro de la tierra o al interior de uno mismo. Todo es un gran viaje, en el que sabemos de dónde partimos, pero no a dónde llegaremos. Y eso... es lo más divertido del viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario